viernes, 23 de octubre de 2015

¿Cómo nos afecta el cambio de hora?

Dos veces al año, a las dos de la madrugada, en muchos países del hemisferio norte se adelanta o atrasa la hora oficial en sesenta minutos. El motivo no es otro que aprovechar las horas de luz solar y conseguir, de esta manera, un ahorro energético por reducirse la necesidad de iluminación artificial.

¿Desde cuándo?

La primera vez que hubo un cambio de horario estacional por este motivo fue en Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial y el objetivo fue ahorrar combustible. Sin embargo, el origen de esta idea hay que buscarlo en 1784 cuando Benjamin Franklin propuso algunas medidas para ahorrar energía, entre las que se encontraba reducir el consumo de cera y velas.

El cambio de hora en sí se reguló en muchos países en 1974, a partir de la crisis del petróleo para aprovechar más la luz solar y consumir menos electricidad. En España el cambio de hora está regulado por el Real Decreto en 2002 adoptando la Directiva Europea de 2001. Aunque el decreto se renueva cada cinco años, la Unión Europea ya ha dado carácter indefinido a esta costumbre, alegando ventajas en la agricultura, la hostelería y en el ahorro energético (que podría llegar a un 5%).

En la actualidad, la utilidad de los cambios estacionales de horario para ahorrar energía está discutida entre los expertos. Sin embargo, es una tradición que parece difícil que vaya a ser erradicada aunque se demostrase que no resulta útil.

Parecido al jet lag...

Cada primavera “perdemos” una hora, que será “recuperada” al cabo de seis meses. En general, este cambio no afecta en absoluto a nuestra salud ni al bienestar, pero parece que para algunas personas no resulta fácil adelantar o atrasar su agenda interior.

Cuando realizamos viajes largos, con cambios de huso horario, también nos podemos ver sometidos a perturbaciones en los ciclos biológicos, a través de lo que se conoce como jet lag.
El cambio estacional de hora podría, en teoría, afectar a nuestro organismo de manera parecida al jet lag, en una intensidad proporcional al cambio (en este caso, de tan sólo una hora): en primavera es como si viajásemos hacia el este (“perdemos” una hora), y en otoño como si lo hiciéramos hacia el oeste (“ganamos” una hora). Siempre es más difícil aclimatarse a la “pérdida”, esto es, viajar hacia el este. Así que el cambio de hora en primavera puede ser más notorio que en otoño (como experimentar un jet lag de una hora).

Sin embargo, se considera que salir de noche y acostarse a las 2 de la madrugada los fines de semana puede influir en nuestro organismo como si realizásemos un cambio de horario de dos horas y media, con los consecuentes efectos que sobre los ritmos circadianos (ciclos de alrededor de 24 horas en el que los órganos cumplen sus funciones), mucho más que un cambio de una hora sólo dos veces al año.

Así puede influir

Algunos afirman que el cambio de horario en una hora influye negativamente en su humor y estado de ánimo, a su “reloj corporal” y, en general, a su salud. Son personas que refieren cambios en sus patrones de sueño-vigilia y alteraciones transitorias en su bienestar, con la aparición de distimia (estado de ánimo deprimido), somnolencia, astenia, irritabilidad, nerviosismo, cefaleas y dificultades para mantener la atención y la concentración. Incluso hay personas que presentan molestias digestivas.

Diversos estudios han investigado sobre estos cambios debidos a la alteración horaria, y los resultados son divergentes: según algunos, el cambio de horario puede afectar débilmente a la salud, mientras para otros la variación no influye en el equilibrio de las personas.

¿Qué dicen los estudios?

Uno de estos estudios, publicado en 2008, llegó a encontrar un nexo de unión entre los cambios de horario y la incidencia de infartos de miocardio: parecen haber encontrado que hay un incremento significativo del número de infartos de miocardio en los tres días posteriores al cambio de horario en primavera, mientras encontraron una disminución de los mismos tras el cambio de horario de otoño; los autores interpretaron estos hallazgos como producto de la privación de sueño sobre el sistema cardiovascular.

Otro estudio, éste del 2007, afirmaba que los ritmos circadianos del cuerpo humano pueden tener dificultades de adaptación a los cambios bruscos de horario, afectando a diversos aspectos de la salud. Otros estudios han relacionado el impacto del cambio estacional de hora con el índice de suicidios en hombres, mientras otros han encontrado que no hay relación del cambio horario con los episodios de manía.

En otro estudio se observó una disminución en los accidentes de tráfico tras la “recuperación” de la hora en otoño, mientras otro registró un aumento en los accidentes tras ambos cambios, de primavera y otoño.

Algunos de estos estudios parecen mostrar que pequeños cambios en los ritmos cronobiológicos podrían desestabilizar a individuos especialmente vulnerables, especialmente en mayores de 50 años, que podrían adaptarse al nuevo horario en un plazo de unos tres días. En el lado contrario, parece ser que los niños presentan una más fácil adaptación a los cambios estacionales de horario.

Fuente: mapfre.es

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